Museo Salzillo de Murcia
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Obras invitadas: San Francisco de Asís


Del 1 de diciembre de 2023 al 4 de febrero de 2024

  • Comisarios: José Fructuoso, Francisco Rosique, Francisco Valcárcel
  • Coordinación: María Teresa Marín Torres
  • Texto: Antonio Zambudio Moreno

La figura de San Francisco de Asís ha dado lugar a un gran número de obras, imágenes y estudios, pues está considerado por la Iglesia como el perfecto cristiano.

Como fundador de la Orden Franciscana, soldado de Cristo, imitador de la obra del Salvador y habiendo jurado los votos de Pobreza, Castidad y Obediencia, va a ser paradigma de la Contrarreforma Tridentina y los artistas barrocos procederán a mostrarlo en actitud beatífica, ascética y mística.

También a él se debe el origen del montaje de los belenes, pues representó el nacimiento de Jesús en la localidad italiana de Greccio en la Nochebuena del año 1223, acontecimiento del que se cumplen ochocientos años.

El escultor Francisco Salzillo no sería una excepción y dentro de su prolífico catálogo llegó realizar hasta media docena de obras, en las que hace realidad su capacidad para representar el arrobo místico propio del arte del Barroco.

Entre ellas se encuentran las realizadas para el altar mayor del monasterio de Capuchinas de Murcia, que lo muestra como adorador del Santísimo Sacramento, así como la elaborada para el convento de San Juan de la Penitencia de Orihuela, en el momento en el que recibe los estigmas.

Pero el tipo que más abunda es el que lo muestra en pie ensimismado y contemplando el crucifijo, que sostiene en una de sus manos. Así es en los casos de la iglesia de San Miguel y el del convento de Verónicas, en Murcia, el de la localidad de Villacastín en la provincia de Segovia y el que en la actualidad se muestra en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, procedente del convento de alcantarinos de San Diego de Murcia.

El ejemplar de San Miguel fue mencionado por Javier Fuentes y Ponte (1880), atribución mantenida por José Sánchez Moreno (1945).

La efigie muy probablemente corresponda a los primeros años de la producción de Salzillo y en ella configura una escultura de tamaño menor al natural, mostrando al santo inhiesto, en actitud contemplativa, observando con gran arrobo místico el crucifijo que mantiene alzado en su mano izquierda.

El artista murciano resuelve la composición con un acentuado dinamismo que aligera el movimiento. La disposición contrapuesta de los brazos extendidos le permite sacudir la figura con una elegancia flexible, de ritmo ascendente que culmina en el rostro cuya mirada se eleva a la cruz, acentuando su sobriedad por la ausencia de estofado en el sayal franciscano que viste.

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