Biografía de Francisco Salzillo
Siempre se atribuyó a Ceán Bermúdez el honor de haber redactado la primera biografía escrita de Salzillo. Sin embargo, hoy sabemos que los datos facilitados por el ilustrado amigo de Goya tuvieron como fuente de información la que redactara el matemático murciano Luís Santiago Bado para la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Este personaje ilustrado coincidió con Salzillo en la Escuela Patriótica de Dibujo de la Sociedad Económica de Amigos del País, dirigida por el escultor desde 1779 hasta su muerte en 1783.
Francisco Salzillo nació el 12 de mayo de 1707 en Murcia, hijo del italiano Nicolás y de la murciana Isabel Alcaraz. De esta unión nacieron ocho hijos. Francisco era el mayor de los cuatro varones. Consta que fue bautizado en la iglesia parroquial de Santa Catalina de Murcia.
El niño creció entre los útiles del taller de su padre, realizó sus primeros estudios en el colegio jesuita de La Anunciata y se formó en el arte de la pintura con el presbítero Manuel Sánchez. En la escultura se reveló como un verdadero maestro del color, por lo que mostró la doble condición lograda por todo artista, la de ser “escultor de la pintura o pintor de la escultura”.
Según se viene aceptando tradicionalmente, ingresaría en el convento de los dominicos, permaneciendo allí hasta la fecha de la muerte de su padre, 1727, en que ha de hacerse cargo del hogar y taller familiar.
Fuese novicio o no, lo cierto es que durante toda su vida fue un hombre bastante religioso, como queda patente en sus obras. Como lo relata Sánchez Moreno, “poco a poco, las enseñanzas prácticas aprendidas del progenitor y del clérigo Sánchez fueron convirtiéndose en geniales frutos escultóricos que acrecían y pregonaban la fama del apellido paterno hasta hacerla superior a la lograda por el finado D. Nicolás”.
Relatan sus biógrafos que quiso marchar a Roma para perfeccionar su arte pero que hubo de desistir ante los ruegos de su madre. Un año después de la muerte de ésta, en 1745, se casa con Juana Vallejo, con la que tuvo una sola hija que los sobreviviera, María Fulgencia.
Fue Inspector de la Inquisición de pinturas y esculturas religiosas en el distrito de Murcia. En 1755 el Ayuntamiento lo distinguió con el título de Escultor y Modelista de la Ciudad. En 1763, a la muerte de su esposa, fundó en su propia casa una Academia particular, el precedente inmediato de la organizada por la Sociedad Económica de Amigos del País.
A lo largo de su vida tuvo multitud de encargos por todo el antiguo Reino de Murcia y fuera de él, por lo que su numerosa obra está repartida por las provincias de Murcia, Alicante, Albacete y Almería, pero, sobre todo, como reseña Sánchez Moreno, en “la ciudad en donde nació y trabajó hasta descansar en su suelo, gran museo de aquellas, distribuidas en iglesias y conventos”.
En el taller trabajaron sus hermanos José, Inés y Patricio, José López y Roque López, éste último, su más afamado discípulo.
Sus patronos fueron fundamentalmente las cofradías religiosas, como la de Jesús en Murcia y la california en Cartagena.
El aristócrata Jesualdo Riquelme le encargó el famoso Belén y, entre las órdenes religiosas, cabría resaltar a los dominicos y franciscanos, próximas a la familia de Salzillo.
En el convento de Capuchinas es donde el escultor quiso ser enterrado, precisamente, con el hábito de San Francisco, al producirse su muerte en 1783. Su entierro constituyó una manifestación popular de duelo.
Como señala Pardo Canalís, su biografía nos revela “un hombre fervoroso, trabajador infatigable, amante de su hogar y apasionado de su vocación de artista (…) Feliz en su rincón, ni envidiado ni envidioso, desligado de intrigas y ambiciones”. Esa es, ciertamente, la imagen tradicionalmente transmitida desde los tiempos de Bado.