Obras invitadas: Salzillo en San Bartolomé
Desde el 22 de septiembre de 2023
- Texto: Blanca Rodríguez Hernández, Antonio Zambudio Moreno, María Teresa Marín Torres
- Fotografía: Joaquín Zamora
Debido a la restauración de la iglesia de San Bartolomé de Murcia, el Museo Salzillo acoge una selección de obras del escultor Francisco Salzillo Alcaraz (1707-1783) o a él atribuidas. Aportan un altísimo interés al estudio de su trayectoria artística y suponen un magnífico complemento a la visita a esta institución.
La actual parroquial de San Bartolomé-Santa María, de orígenes medievales, data de 1767 y se terminó de construir a finales del siglo XIX. Fue saqueada en la Guerra Civil pero conserva notabilísimas imágenes religiosas que fueron salvadas por la Junta de Incautación.
Es la sede histórica de la Cofradía de Servitas, fundada en el siglo XVII, y de la del Santo Sepulcro, considerada como la oficial de la Semana Santa murciana. También alberga obras de gran interés, como acontece con San Sebastián, obras de Nicolás Salzillo, por no hablar de las realizadas por
otros sobresalientes escultores.
Santa Lucía
Es la primera obra que nos encontramos en este recorrido de excepción, situada en la sala de bocetos. En su tesis doctoral de 1945, el profesor Sánchez Moreno refiere que esta imagen sería labrada por Francisco Salzillo en el año 1730, pues de 1731 era el documento que se refería a la colocación de la santa una vez se había procedido a dorar su retablo.
De este modo, se trataría de una de las primeras efigies labradas por el artista. Sin embargo, el restaurador e investigador Juan Antonio Fernández Labaña, comprobó que tanto el retablo como la imagen de esta santa ya existían con anterioridad y, por ende, la escultura que se colocaría sería la primitiva, no la de Salzillo.
Por consiguiente, el escultor realizaría esta imagen en décadas posteriores, tal vez entre 1750 y 1770, pues el modelo de su rostro, de formas ovaladas, amables y agraciadas, corresponde al bello ideal femenino planteado por el artista ya a partir de la segunda mitad de la centuria. La santa siciliana es una imagen de candelero representada como una dama joven, vestida a la usanza dieciochesca y de tamaño menor del natural.
Porta en su mano derecha la palma del martirio, hecho constatado por el bello angelito que lleva a sus pies y que sostiene en sus manos una bandeja con unos ojos grabados como testimonio del padecimiento sufrido por santa Lucía. De hecho, muestra a su vez los perfiles y la morfología propia del suave y bello modelado que aplicaba Salzillo a las efigies infantiles ya avanzada su carrera.
Estamos por tanto ante una escultura de facciones delicadas, bellas, todo en plena conjunción con las formas amables propias del escultor murciano, que trasladó a todos los elementos que configuran la escultura en cuestión.
San José con el Niño
La sala del belén de Salzillo acoge las imágenes de san José con el Niño y de san Eloy. La talla josefina, considerada obra de Salzillo o de su círculo más próximo, se acerca en sus formas, especialmente en el rostro, a otras esculturas del mismo tema realizadas por el escultor de la Era Alta Roque López.
La iconografía del patriarca discurre paralela al desarrollo de su culto, que cobra fuerza tras el Concilio de Trento debido al impulso de los Jesuitas y, también, a las elogiosas palabras que repetidas veces le dedica santa Teresa de Jesús.
En el siglo XVIII se halla plenamente instaurado el arquetipo de un san José de aspecto juvenil, representado en actitud de amor al niño Jesús, que sostiene entre sus brazos. Destaca el delicado tratamiento otorgado a las ropas a través del estofado, así como el grácil y suave cuerpo del niño Jesús.
San Eloy
El obispo de Noyon y patrón de los plateros, se muestra con gesto contemplativo, mirando fijamente el crucifijo que sujeta con su mano derecha, mientras recoge la otra contra su pecho. La cabeza y las manos, repletas de fuerza, son de una calidad excepcional.
Lo mismo sucede con el crucifijo primigenio, expuesto desde la fundación del Museo Salzillo en sus salas, hoy en la sala de tribunas, en el que un bello Cristo de perfecta anatomía se encuentra a punto de expirar.
La actitud de san Eloy, reflexiva, será repetida por el escultor en el san Jerónimo que atesora el museo de la Catedral de Murcia. La obra responde a un encargo que el gremio de plateros de la ciudad hizo al escultor en 1749, según apunta Baquero Almansa, y debió de estar finalizada antes de 1756, teniendo en cuenta el grabado basado en la talla que hiciera Domingo Ximénez.
Su estado dista del original, pues habiendo sido concebida como imagen de vestir, fue enlenzada en los años noventa del pasado siglo por el escultor Francisco Liza.
Virgen de las Angustias
El recorrido continúa en la iglesia de Jesús con el conjunto procesional encargado a Salzillo en el año 1740 por la Cofradía del Rosario de los Servitas. En reiteradas ocasiones se ha referido que sigue el modelo establecido por Luisa Roldán, si bien las pautas adoptadas por el escultor murciano se basarían en las versiones establecidas por el pintor boloñés Annibale Carracci a inicios del siglo XVII en los que rompía con la composición renacentista de esta iconografía, tipos a los que el escultor murciano tendría acceso a través de estampas y grabados.
Este grupo será el modelo en torno al cual gravitarán las otras representaciones de esta misma iconografía realizadas para las localidades de Lorca, Dolores de Alicante, Yecla y Alicante, la primera de ellas, tristemente destruida en la Guerra Civil española.
En estas creaciones se apreciarán ciertos cambios en distintos detalles secundarios, pues el grueso de la composición no varía. Y es que la expresividad dramática de los grupos de Murcia y Lorca, se atenúa en los de Dolores, Yecla y Alicante, optando el artista por utilizar el modelo ya establecido por la Dolorosa de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Murcia a fin de configurar la expresión del rostro de la Virgen.
Salzillo combina la idealización y la belleza de los pequeños angelitos y la armonía del cuerpo desnudo de Cristo, con el verismo y el dramatismo de la expresión de su madre, en un alarde monumental y compositivo propio de los gran des maestros del barroco hispano.
Así, la Corredentora manifiesta en su faz todo el sufrimiento que experimenta al mostrar a su hijo inerte, torturado, mostrando una actitud declamatoria y abierta que contribuye sobremanera a enaltecer el mensaje dirigido al espectador, pues Cristo, en el trance de su muerte, es expuesto casi como un cuerpo ya glorioso al que su madre ni siquiera toca, pues el sudario lo impide.
Ello no es óbice para que la anatomía de Jesús, en su belleza apolínea, muestre claros signos tanatológicos como la acumulación de sangre en las extremidades al aplicar Salzillo una tonalidad más oscura en manos y pies. En suma, una pieza extraordinaria en lo artístico y lo devocional que, tal vez, sea una de las efigies que más y mejor muestran la sapiencia y buen hacer de su creador.
Finalmente, la Virgen del Olvido es una escultura de vestir de Juan José Álvarez Buendía, datada en 1994, y que fue caracterizada en un primer momento como Dolorosa. La apariencia actual se debe a la intervención realizada en 2012 por Ramón Cuenca Santo y Santiago Rodríguez López, cuyo objetivo fue devolver a la escultura sus formas originales. Aunque la constitución de la hermandad es reciente, de 2010, la devoción por Nuestra Señora del Olvido se remonta al siglo que vio nacer a Francisco Salzillo.